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cuando el universo se expande, el campo vuelve

[lisa blackmore]

 

Serres escribe la frase “Cuando el universo expande, el campo vuelve” en el contexto de su crítica del abordaje del paisaje a través de la razón cartesiana y desde su búsqueda de otros modos de experimentar el espacio y el lugar mediante desviaciones epistemológicas y corporales que permiten el surgimiento de “islas” de orden dentro del caos. Propone la circunvalación, la desviación y la fluctuación como alternativas a la razón como método, e imagina la emergencia de localidades desde donde se abrirían mundos de “saber inventivo”:

Como si la fluctuación al azar, tempestades inesperadas o marejadas estocásticamente expandidas por el espacio de altura, llevara todo repentinamente a (la formación de) una localidad temporalmente estable, una isla donde nace otro tiempo, local, olvidadizo de lo antiguo, de lo ordinario, olvidadizo del tiempo recorrido. Alejadas respecto a la vía metódica, esas islas forman un orden por fluctuación, otro orden que bien podría llamarse exódico. Nunca las encontrarías en el recorrido del método, yacen fuera de los equilibrios globales de la episteme, exódicas, exóticas, ergódicas. El método minimiza las limitaciones, las anula; el éxodo se sumerge en el desorden. Michel Serres, Los cinco sentidos: Ciencia, poesía y filosofía del cuerpo (Ciudad de México: Taurus, 2002), 350.

 

 

Campos de control surgió de la residencia de seis meses que Teresa Mulet realizó en el Delta del Ebro, Cataluña. Compuesta por una sala llena de plásticos que se agitan con el aire, suspendidos a diversas alturas y con pares de palabras solapadas sobre ellos, la forma de la instalación evocó los campos geométricamente ordenados que estructuran el territorio semiacuático del Delta. El Río Ebro atraviesa Cataluña en busca de la costa y cuando llega al Delta es canalizado a un sistema de riego que permite el cultivo y la cosecha del arroz. Alguna vez el Delta fue una hidrología anárquica cuyo río se bifurcaba en riachuelos que esculpían rutas cambiantes a través de terrenos bajos antes de desembocarse en el Mar Balear. Con el paso de los años, los humanos comenzaron a controlar más y más el curso del agua al instalar sistemas hidráulicos que permiten a los agricultores sincronizar los movimientos del río con los ciclos de producción al abrir las compuertas para remojar las semillas, cerrar las compuertas para esperar que el sol sonsaque sus brotes del suelo, y luego entrecruzar el terreno con tractores y segadoras para cosechar los granos. Este fue el contexto físico de la residencia, pero la instalación de ninguna manera se limitó a reconstruir un paisaje meramente local. En Campos de control, el campo ofreció una dimensión que le permitió a Teresa sumergirse en la ecología, comunidad y economía locales, a la vez que le dio licencia de partir de los sistemas hidráulicos del Delta para experimentar (con) otras estructuras que controlan los flujos de materias cuerpos e historias, expandiendo sus búsquedas a terrenos más remotos y los sedimentos que ellos legan.

  

El poder y la hidráulica son indisolubles. En Mil mesetas Deleuze y Guattari identifican en el Estado una forma del poder que consiste en “subordinar la fuerza hidráulica a conductos, canales, diques, que impiden la turbulencia, que obligan al movimiento de ir de un punto a otro, al espacio a ser estriado y medido, al fluido a depender de lo sólido, y al flujo a proceder por series laminares paralelas.”[1] Como las infraestructuras hidráulicas, las fronteras nacionales, los campos del saber y el lenguaje también regulan la circulación de materias y conceptos. Al tensionar estas estructuras de contención y sus desbordes, Campos de control se rige por el descontrol[Office1] , ya que la instalación simula con sus plásticos “campos” cerrados donde los pares de palabras solapadas aparecen como “sedimentos” en suspensión solo para luego desaparecerse cuando las proyecciones titilan y cambian. Los pares de palabras crean confluencias entre aparentes antónimos y conceptos contradictorios, difuminando sus contornos sin diluirlos del todo. Los bordes que delimitan el yo y el otro, el aquí y el allá, el entonces y el ahora, devienen perceptibles, lo que incentiva reflexionar sobre los sistemas políticos, culturales y epistemológicos que naturalizan las distinciones entre ellos.

 

Se podría decir que cuando el Delta vuelve en Campos de control, el campo se expande para abarcar un universo de historias y geografías. El proceso de la residencia y el desarrollo de la instalación fueron tomando cuerpo a través de ires y venires, y también devenires. Teresa se adentró en la formación geológica, los ciclos de cultivo de arroz, los dolorosos impactos de la Guerra Civil y las vidas de las personas que aun habitan en el Delta después de la partida hacia las ciudades de las generaciones más jóvenes. Al mismo tiempo, mediante este proceso Teresa también sondeó su propia historia como hija de migrantes catalanes quienes dejaron el Delta para migrar a Venezuela, país que luego ella dejaría para unirse a una diáspora que ha huido de una larga crisis política y económica que ha causado uno de los fenómenos migratorios más dramáticos en años recientes. Estas son las historias y las geografías que pueden ser re-memoradas, re-membradas, al atravesar la instalación y permear sus “campos” con el cuerpo. Sin un itinerario u orden específico, la instalación refleja la metodología nómada que Teresa empleó en la residencia, atravesando ecología y comunidad, historia y filosofía, arte y poesía para generar duplas semánticas que luego emergen como islas en travesías turbulentas: “Alejadas respecto a la vía metódica, esas islas forman un orden por fluctuación, otro orden que bien podría llamarse exódico.”[2] Campos de control es una estructura relacional cuyas conexiones entre diversos espacios y tiempos evocan experiencias locales y globales de la agricultura y la migración, el conflicto y el poder, haciendo referencias a los ecosistemas organizados y metabolizados por ciclos agrícolas, identidades arraigados y desarraigados durante períodos de crisis, y los campos logocéntricos y disciplinares que organizan los saberes. El modo de re-membranza que emplaza no obedece ni la cartografía ni la temporalidad linear. No existe mapa para el éxodo.

 

 

 

—intervalo— un delta de historias, fragmentos vagamente conectados

 

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El Delta nació en el Holoceno, formado, como la mayoría de los deltas, hace unos 6000 años cuando cesó la subida de los mares que había generado la última desglaciación. Es un archivo de finos sedimentos de arcilla y arena, que viajaban en suspensión en los riachuelos del Río Delta para luego ser depositados mientras éstos buscaban sus cursos hacia el Mar Balear. En este proceso, el Delta tomó arraigo como territorio, constantemente movido por los cursos fluviales y por las olas del mar—una co-producción de escultores acuáticos.

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A partir de los siglos xiv y xv, el Delta comenzó a crecer. Se tumbaban los bosques en la Cuenca del Río Ebro para construir barcos con la madera extraída. [3] La llegada de los colonizadores a las Américas había creado un alza en la demanda de buques, así que los árboles desarraigados de las orillas del río terminaron siendo reinventados como navíos. Al otro lado del Océano Atlántico, la colonización europea devastaba a la tierra y a las comunidades, causando la muerte de 56 millones de persona para inicios del siglo xvii. Fue de tal magnitud la matanza indígena durante la colonia que en la región la agricultura menguó significativamente. La vegetación que había sido limpiada para abrirle paso a la agricultura volvió a cubrir un área equivalente en tamaño a Francia, lo que generó mayor absorción de dióxido de carbono y, a su vez, detonó un proceso de enfriamiento global que causó una baja en temperaturas en todo el mundo.[4]

 

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A lo largo de los siglos, el Río Ebro seguía cambiando su curso, buscando nuevas rutas hacia el mar, inscribiendo nuevas líneas en el territorio, aquí aislando bancos de arena, allá creando unos nuevos, pero siempre depositando sus sedimentos en los canales que iba esculpiendo. Nuevas desembocaduras se fueron formando hasta mediados del siglo xx. Luego, todo cambió. La construcción de presas aguas arriba en la Cuenca del Ebro paralizó casi toda la materia sólida que el río llevaba en suspensión. El poder hidráulico silenció el río. La historia del Delta ya no era una ontogénesis del río-escultor, donde las fuerzas más-que-humanas imperaban sobre los sistemas humanos. Echando mano de la ciencia del análisis de data de los caudales y el modelaje matemático de los futuros hidrológicos, el hidropoder humano re-escribió la geohistoria del Delta. Sin las intervenciones hidráulicas, los flujos libres hubieran depositado más sedimentos que hubieran creado, a su vez, nuevas lagunas litorales en las bahías. [5] Estas formas deltaicas sólo pueden imaginarse en el pretérito pluscuamperfecto: presentes pospuestos de futuro frustrados.

 

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Justo antes que las presas transformaron el futuro del Delta, un cambio significativo también sucedió en la familia de Teresa. En 1948, sus abuelos, su padre y su tío dejaron los pueblos de Amposta, que se explaya por las orillas del Río Ebro mientras éste busca su salida al mar, y Sant Carles de la Ràpita, al sur del Delta. Embarcaron en el Marqués de Comillas, que cruzó el Océano Atlántico hasta las costas del Mar Caribe, y de allí llegaron al puerto de La Guaira en Venezuela. La familia dejó atrás a Europa, devastada por la Segunda Guerra Mundial y, a España, herida por años de guerra civil, para buscar en Sudamérica un “nuevo mundo” para escribir un nuevo capítulo en la historia familiar. Los Mulet arribaron a Caracas en pleno boom económico de mediados del siglo xx. Venezuela se había transformado en una pujante nación petrolera. Sus puertos se abrieron a capital transnacional, a migrantes de Europa y los Estados Unidos, a bienes de lujo de los mercados metropolitanos y a estéticas modernistas, flujos que modificaron el territorio de formas profundas, trayendo consigo nuevas voces, sabores y tradiciones.

 

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El paisaje político venezolano fluctuaba en esos años, entre intentos erráticos de sedimentar la democracia en los 1940, y una década de dictadura militar que inició en 1948. Ese delta catalán perforado por la violencia que los Mulet habían abandonado encontró su espejo en el Delta del Orinoco, en Venezuela. En las sombras de la arquitectura modernista que anunciaba el nacimiento de una Nueva Venezuela, pujante y próspera, surgió semi-naufraga en las aguas crecidas del gran Río Orinoco, una isla-cárcel llamada Guasina. Hasta ese lugar, la dictadura expulsaba a sus enemigos políticos en barcos de carga, condenándolos a viajes de varios días desde las cárceles urbanas vía una ruta marítima que los antiguos exploradores europeos habían tomado, quinientos años antes, remontando el Delta en busca del mítico El Dorado. Entre los canales rizomáticos de ese territorio líquido y móvil, los guardias forzaron a los presos políticos a sembrar su comida y a construir sus albergues. A espaldas del campamento, en las noches los hombres se refugiaban en los atardeceres, escribiendo cantos de resistencia mientras miraban el agua subir, el sol bajar y las aves pasar.

 

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Los jóvenes son aves raras en el Delta. Muchos han migrado a los centros poblados, dejando atrás una población envejecida. Solo 5% de los 350km2 de la superficie del Delta se clasifica hoy como hábitat humano. Con su forma de pájaro en vuelo, la mancha terrestre del Delta imita su función como hábitat de 400 especies de aves y lugar de paso para diversos grupos migratorios que llegan a lo largo del año. Vienen por meses y luego se van, transformando el paisaje sonoro con sus graznidos, sus trinos y sus chillidos foráneos. Cada cierto tiempo suenan los “espantapájaros”, detonaciones maquinales automatizados diseñados para aterrar a unas aves para permitir que otras se arraiguen. Los ornitólogos vienen en buses y en coches para mirar y escuchar esa población selecta, filtrada. Se dictan cursos sobre aves migratorios para acercar a los visitantes a las especies que llegan, sensibilizándoles hacia esas comunidades efímeras. Por años, los flamencos estaban en peligro de extinción, pero ahora están floreciendo gracias a las medidas agresivas que los gerentes del parque han tomado para eliminar a sus predadores, la gaviota de patas amarillas y el zorro.[6] Hace siete años, el Delta fue declarado Reserva de la Biosfera y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), justo al mismo momento que en Europa algunos políticos se escandalizaban con la “crisis migratoria” que arreciaba, quejándose de los “ríos” de migrantes que “desbordaban” las fronteras del continente al navegar los mares en precarios botes y cruzar los lindes terrestres a pie.

 

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Teresa y yo nos conocimos en Caracas alrededor de 2007. Una migrante británica y una venezolana de familia catalana, nos unían ríos de palabras que atravesaban las páginas de los catálogos de arte en los cuales colaboramos y los seminarios a los que asistimos. Ambas salimos de Venezuela, pero no sincronizadas. Yo fui justo después de la muerte de Hugo Chávez en 2013, Teresa se fue luego y se sigue yendo. Desde 2018, nos hemos estado reuniendo de nuevo entre ríos. Támesis. Sogamoso. Ebro. Colne. Nuevos flujos de palabras y travesías en una amistad que va tomando forma de delta. En 2019, cuando colaboramos en entre—ríos, una residencia transdisciplinar donde exploramos cuencas industrializadas en el departamento de Santander, al norte de Colombia.

 

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Sogomoso. Chucurí. Allí nadamos en las aguas sofocadas de un embalse creado en 2014 para surtir aguas a la planta hidroeléctrica Hidrosogamoso, parte de un conjunto de políticas de desarrollo extractivista en el Magdalena Medio. Represar el Cañón del Sogamoso transformó los ecosistemas de seres humanas, vegetales y animales que habitan la zona de la Serranía la Paz, poniendo en peligro las condiciones de vida, salud y sostenibilidad. Afectó a al menos 900 familias, desplazando a miles de personas, muchas de las cuales migraron a Bucaramanga, y dejando damnificadas a miles más. Al mismo tiempo del desplazamiento, llegaron grupos de trabajadores a la zona en busca de trabajo, lo que incrementó los costos de la vida y el arriendo, trajo violencia y trabajo sexual. Río arriba, las aguas son turbias y viscosas. Repositorio de los sedimentos que ya no fluyen por su curso habitual. Tapón en potencia, van depositándose en el lecho de la cuenca: una nueva topografía subacuática que habla de ríos silenciados. Aguas abajo, el embalse amplifica el paisaje pintoresco, seduciendo la mirada con un espejo de agua que tiene sed de cielo. Frente a esa vista sublime, los pescadores en el muelle sólo veían el paisaje hundido donde se les enredan sus redes en árboles náufragos. Mueven sus dedos sobre los vacíos de esos entramados y hablan de dolor. Les queda el necroturismo como ingreso. Hasta los peces se van yendo.

 

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También hicimos un viaje al Páramo de Berlín, las frías zonas montañosas neblinosas donde nacen algunos de los ríos de la región. El transporte trazó la ruta de los llamados “caminantes”—migrantes venezolanos que entran a Colombia a pie, cruzando el Puente Simón Bolívar Bridge que conecta San Cristóbal con Cúcuta, para luego ascender a alturas de casi 3000 metros donde la temperatura desploma. Pasamos a filas de caminantes envueltos en mantos, jalando maletas y cargando niños, mientras bajaban del frío del Páramo al calor húmedo de Bucaramanga, parando en cascadas de agua en la vía para tomar agua y descansar. Algunos terminaban su odisea en la ciudad, otros seguían hacia otros destinos en Colombia o cruzaban hasta Ecuador, luego Perú, acaso para seguir hacia abajo hacia Chile o Argentina. Hacia adelante, pero no necesariamente pa’rriba. En junio de 2019, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, calificó de “pasmoso” el desborde de migrantes cuando publicó el alza de sus cifras que subieron de 695,000 hacia finales de 2015 a cuatro millones a mediados de 2019, 1.3 de los cuales estaban en Colombia. Bucaramanga. Bogotá. Cali. Medellín. Ya comienzan a sonar venezolano.

 

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Los sistemas hidráulicos están desapareciendo el Delta del Ebro. 99% de las partículas que el Río Ebro llevaba en suspensión ahora se queda atrapado detrás de los muros contención de las presas construidas río arriba. Solo 3% de la cuenca fluye libremente; el resto lo controlan estructuras hidráulicas. Insaciable, el mar lame las costas del Delta. Del 1957 a 1989, ha consumido 1500 metros de tierra.[7] Al retener el río, las presas archivan materias que los sedimentólogos del futuro (si es que los haya) reconocerán, junto con las estructuras de concreto cristalizado, como documentos en la historia del Antropoceno. Monumentos a la prepotencia hidráulica. Lápidas de ríos.  

 

--end of the delta of fragmentary stories--

 

Los ríos y los deltas son mucho más que formaciones hidrológicas. Al permear y transformar los territorios, estos cuerpos de agua son figuras que invitan a pensar lo estático y lo inmutable. Políticamente, es importante atender a los flujos hidro-geológicos, ya que convocan una imaginación material del territorio (y, por ende, de la identidad) que no se circunscribe a las nociones de arraigo y origen “puro,” ni a las fronteras fijas de los estado-naciones, sino que se canalizan en cuerpos dinámicos cuyos miembros se desmiembran y vuelven a unirse en las juntas de las aguas, articulando mediante topografías, asentamientos, flujos y sedimentos, largas geohistorias e historias humanas infinitamente más cortas. Al atravesar los campos de control, los flujos migratorios abren nuevos caminos e inquietan la aparente quietud de asentamientos que también fueron una vez embrionarios y fluidos, formados también por turbulencias políticas y económicas. Como figura fluida, “el cuerpo asume lentamente los gestos necesarios para vivir en el Huanghé, el Niger o el San Lorenzo; se vuelve mestizo. El errante, el exiliado, adaptado, encogido en todas las aguas, dotado de tan poca identidad que acepta llamarse nadie, suma en su cuerpo pasajes, paisajes, costumbres, lenguas, los mezcla: mulato, cuarentón, híbrido, cruzado, ochavón… aguas mezcladas de los ríos del mundo que palpitan en sus arterias.”[8] Dicho de otro modo, el cuerpo del migrante es un delta.

 

Trabajar con el agua como recurso estético y figura de pensamiento [Office2] presenta sus riesgos, sobre todo cuando se trata el tema migratorio, lo cual no debe reducirse a un acto sublime de autonomía corporal que se cifra en imágenes de flujos libres como los que convocan las “aguas mezcladas” de las identidades fluidas de quienes migran. Los mecanismos tangibles y violentos que controlan el movimiento en las fronteras operan precisamente sobre el cuerpo, sea mediante programas de reconocimiento facial o las tecnologías que detectan el latido del corazón o el calor corporal. Del mismo modo, las imágenes superficiales del agua, como aquellas que aparecen en Campos de control, también presentan riesgos. Gaston Bachelard advirtió que “los juegos superficiales de las aguas” pueden seducir la mirada, lo que puede reducir los fluidos a un mero medio para adornar los paisajes, un espejo que refleja hacia arriba una apertura sublime en vez de incentivar la inmersión en una imaginación material de agua cuyos sedimentos encapsulan historias más densas y oscuras.[9] Al inundar la galería de Lo Pati, Teresa juega con esa belleza potencialmente traicionera. El “agua” que simulan los plásticos podría limitarse a ser un adorno apacible pero estancado, que quizás inmovilice a los cuerpos y los deje embelesados en vez de movilizarlos a atravesar los sedimentos semióticos que confluyen allí para cuestionar las estructuras de contención. Por esta razón, la ficha de sala invitó al público a tocar las “aguas” y moverse entre ellas, instándolo a no permanecer silente si algo tenía que expresarse. Atravesar el espacio implicó, entonces, mover la instalación, permear sus “campos” y dejar huella en el “paisaje” para que éste no fuera una escena visual a ser contemplada por los ojos, sino una serie de campos relacionales vibrantes articulados y sentidos por todo el cuerpo.

 

Moverse, de este modo, era una precondición para estar con-movido, para re-membrar al articular los miembros del cuerpo atravesando las aguas. Es así que Campos de control tensionó la contención y el fluir a través de su descontrol[Office3] , generando con sus porosos “campos” membranas que mediaban el contacto entre cuerpos, territorios e historias que circulan entre ellos. Un lugar común en el pensamiento sobre el agua, y las relaciones entre ésta y el arte, es decir que “todos somos cuerpos de agua,” pero esa aseveración también conlleva el riesgo de suponer que la inmersión corporal que se experimenta al interactuar con las obras de arte puede disolver la diferencia. Las formas de contención que estructuran la instalación (los plásticos separados, las palabras emparejadas, los cuerpos que atraviesan el espacio) operan todas para matizar este lugar común al recordarnos que existen muchas formas de diferencia cuyas fronteras se dibujan y se regulan constantemente. Las presas disciplinan los ríos. Los monocultivos inhiben la diversidad. Las leyes proscriben la migración. Las disciplinas aíslan los campos del saber. Y así. Estar dentro de Campos de control es, entonces, estar situado dentro de las estructuras relacionales que permiten que circulen los flujos a la vez que hacen palpables las formas que los diferencian y los organizan. Como conjunto de membranas, la instalación remitió a los órdenes hidráulicos que regulan la materia y los significados, los cuerpos y los territorios. La porosidad, por ende, no es una condición absoluta que disuelve la diferencia, sino una “porosidad viscosa” creada por “membranas diversas—piel y carnes, prejuicios e imaginarios simbólicos, hábitos y experiencias corporales.”[10]

 

Al inscribir códigos y conductas normativos, las palabras son membranas claves en la demarcación y la negociación de la biopolítica y la vida colectiva. En la práctica de Teresa y en Campos de control los juegos de palabras son elementos vitales, y en la instalación las superficies acuáticas simuladas no operan como campos cerrados sino bajo la idea de que el agua aviva la dimensión poética del lenguaje. Como escribe Bachelard, “la liquidez es un principio del lenguaje; el lenguaje debe estar hinchado de agua.”[11] Sin poder fijar o estancarse en los cuerpos de agua simulados en Lo Pati, las palabras circulan, se agitan, fluctúan en un devenir que hace maleables sus formas y sentidos. Los des/dobles [Office4] confluyen así en un delta de significados. Su fusión y confusión no ofrecen caminos rectos a definiciones cerrados, sino circunvalaciones semánticas por la vía exódica del “saber inventivo.”[12] La con-fusión designa así la dinámica integral de la instalación que busca más allá de los conceptos binarios que suelen ser los cimientos de modos de pensar intransigentes y formas de violencia física. NOS/OTROS. Y/O. BLANCO/NEGRO

 

Deleuze y Guattari escriben en su texto sobre el rizoma que si bien recurren a “un dualismo de modelos es para llegar a un proceso que recusaría cualquier modelo. Siempre se necesitan correctores cerebrales para deshacer los dualismos que no hemos querido hacer, pero por los que necesariamente pasamos.”[13] Algo parecido ocurre en Campos de control porque presenta binarios semánticos con el fin de abrir líneas de fuga donde la lectura se con/funde en el juego gráfico entre el blanco, el negro y el gris—el tercer tono producido por los solapamientos parciales de los pares de palabras. Las áreas grises incentivan la especulación y los juegos de palabras, reproduciendo un lenguaje de oposiciones y de confrontaciones que aísla los significados a la vez que siembra encuentros fértiles entre palabras cuyos significados se desarraigan y se ramifican en nuevos devenires. Así son las formas y las lógicas de los deltas—espacios rizomáticos por excelencia donde los dualismos y los canales también son interrumpidos cuando los ríos cambian sus cursos. Moviendo de lo local a lo global, Campos de control comparte esta lógica rizomática, ya que “no se trata de tal o tal lugar de la tierra, ni de un determinado momento de la historia, y mucho menos de tal o tal categoría del espíritu, sino del modelo que no cesa de constituirse y de desaparecer, y del proceso que no cesa de extenderse, interrumpirse y comenzar de nuevo.”[14] En vez de representarlo de manera literal, Teresa parte del orden hidráulico del Delta del Ebro y sus formas rizomáticas para abrir un espacio donde se puede pensar (y moverse entre) diversos campos de control a la vez de reconocer que también son vulnerables a las bifurcaciones, los desvíos, los bucles y los enredos con los cuales el agua hace fluido el paisaje.

 

 

[1] Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil Mesetas: Capitalismo y esquizonfrenia (Valencia: Pre-Textos, 2004), 370.

[2] Serres, Los cinco sentidos, 350.

 

[3] Víctor Molinet Coll, Recuperación del Delta del Ebro I. Recuperación de la configuración del Delta del Ebro. Tesis, Universitat Politècnica de Cataluyna (2006-7) http://hdl.handle.net/2099.1/3322, 1

[4] Oliver Milman, “European colonization of Americas killed so many it cooled Earth's climate,” Guardian, 31 de enero 2019. Disponible en: https://www.theguardian.com/environment/2019/jan/31/european-colonization-of-americas-helped-cause-climate-change

[5] Molinet Coll, Recuperación del Delta del Ebro I, 34.

[6] Esteve Giralt, “El renacer rosa del delta del Ebro,” La Vanguardia, 1 de septiembre 2019. Disponible en: https://www.lavanguardia.com/natural/20190901/47111059907/delta-del-ebro-flamencos-recuperacion.html

[7] Molinet Coll, Recuperación del Delta del Ebro, 36.

[8] Serres, Los cinco sentidos, 344-5.

[9] Gaston Bachelard, El agua y los sueños: Ensayo sobre la imaginación de la materia (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 14.

[10] Nancy Tuana, “Viscous Porosity: Witnessing Katrina,” en Material Feminisms, ed. Stacy Alaimo y Susan Hekman, 188-213 (Bloomington: Indiana University Press, 2008), 199-200.

[11] Bachelard, El agua y los sueños, 286.

[12] Serres, Los cinco sentidos, 266.

[13] Deleuze y Guattari, Mil mesetas, 25.

[14] Deleuze y Guattari, Mil mesetas, 25.

 [Office1]aquí en su forma desdoblada

 [Office2]A ver si esto está bien…

 [Office3]de nuevo, solapado

 [Office4]desdoblar esto

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